domingo, 13 de marzo de 2022

Mis gafas

 




Mis gafas son mi antifaz

guardan una identidad

que muchos llaman secreta.


Sus cristales engrandecen

los rincones más ocultos

y ven con gran claridad

lo que piensan los demás

aunque finjan disimulo.


Mis gafas son mi disfraz

cuando me pongo a estudiar

lo que esconden las palabras,

y mis ojos no se cansan

de viajar con los secretos

que ha guardado el alfabeto

encadenado a un gran mapa

de cuentos llenos de islas

donde habitan los piratas.


Mis gafas son catalejo

donde puedo imaginar

lo que sucede a lo lejos.


Poema de Ana Merino

Ilustraciones de Fernando Noriega

viernes, 11 de marzo de 2022

Los pájaros no tienen dientes

 


Los pájaros no tienen dientes,

Con el pico se apañan.

Los pájaros pescan peces

Sin red ni caña.

Los pájaros, como los ángeles,

Tienen alas.

Los pájaros son artistas

Cuando cantan.

Los pájaros colorean el aire

Por la mañana.

Por la noche

Son músicos dormidos

En las ramas.

Da pena ver a un pájaro en la jaula.


Autora del poema: Gloria fuertes

El amor siempre vence

 


En la China imperial reinaba un emperador que estaba desesperado porque su única hija, llamada Turandot, era fría, caprichosa, despiadada… y encima no quería casarse. El emperador, harto de esta situación, le dio un ultimátum:

– «O te casas o te echo del palacio sin contemplaciones».

La princesa aceptó, pero puso una condición: los pretendientes se someterían a una prueba, y si no la superaban, ella misma les cortaría la cabeza. Al cabo de los días, las cabezas de los pretendientes se amontonaban en el palacio, y la princesa ardía de satisfacción.

Pero se presentó un apuesto guerrero para afrontar el reto. La princesa le propuso un acertijo:

– «Lo mata todo, pero el agua lo mata»…

– «¡El fuego!», contestó el joven.

La princesa propuso una segunda adivinanza:

–  «Soy duro como una roca, pero la gente me bebe»…samurai

El joven contestó:

– «¡El hielo!».

Y llegó el momento del último acertijo:

–  «Es un hielo que te da fuego, y cuanto más fuego te da, más hielo se vuelve»…

El joven pensaba sin encontrar respuesta, pero al ver a la fría princesa sintió tal ardor en su corazón que…

– «Turandot!», exclamó plenamente seguro.

Y la princesa no tuvo más remedio que caer rendida a sus brazos.


La mayoría de nuestros deseos los conseguimos con la sabiduría del corazón y no con la necedad de la violencia.


(Cuento tradicional chino)

Dos ranas

 



Este cuento se explica a los niños de la India para enseñarles el poder de las buenas palabras en la amistad.

La historia explica que un grupo de ranas caminaban por el bosque cuando dos ranas cayeron en un pozo muy profundo. Inmediatamente todas las demás ranas pensaron que no podrían salir de allí y no paraban de gritar:

– ¡No podéis salir!, ¡No saltéis!, ¡Cuidado os podéis ahogar!

Las dos ranitas atrapadas no hicieron caso de sus palabras y saltaron con todas sus fuerzas. Sin embargo, una de ellas pronto se desanimó por los gritos de sus compañeras. Dejó de saltar y se ahogó. La otra rana continuó saltando sin parar, a pesar de los gritos de las otras ranas:

– ¡No podéis salir! ¡No saltéis! ¡Cuidado os podéis ahogar!

Gracias a que continuó saltando consiguió salir de ese pozo tan hondo y se salvó. Cuando salió del pozo, las otras ranas no se lo podían creer:

-¡Te has salvado! Es un milagro! ¿Pero no oías nuestros gritos de desánimo?

La ranita se consiguió salvar porque era sorda, y se pensaba que los gritos eran de ánimos. La otra ranita, en cambio, oía los gritos y se desanimó tan rápido que se ahogó.

Esta historia nos explica el poder de las palabras bondadosas. Una palabra bonita cuando un amigo está triste le puede ayudar mucho, y una palabra de desánimo le puede hacer sentirse aún peor.

Todos podemos decir todo tipo de palabras pero sólo las personas especiales saben dar ánimos y decir lo mejor para ayudar a los demás.

La pequeña luciérnaga

 


. Cuento de Tailandia 


Había una vez una comunidad de luciérnagas que vivía en el interior del tronco de un altísimo lampati, uno de los árboles más majestuosos y viejos de Tailandia. Cada anochecer, cuando todo se quedaba a oscuras y en silencio y sólo se oía el murmullo del cercano río, todas las luciérnagas abandonaban el árbol para llenar el cielo de destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces bailando en el aire para crear un sinfín de centelleos luminosos más brillantes y espectaculares que los de un castillo de fuegos artificiales. 

Pero entre todas las luciérnagas que habitaban en el lampati, había una muy pequeñita a la que no le gustaba salir a volar. 

—No, no, hoy tampoco quiero salir a volar —decía todos los días la pequeña luciérnaga—. Id vosotros que yo estoy muy bien en casita. 

Tanto sus abuelos, como sus padres, hermanos y amigos, esperaban con ansiedad a que llegara la noche para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se lo pasaban tan bien que no comprendían cómo la pequeña luciérnaga no les acompañaba nunca. Le insistían una y otra vez para que fuera con ellas a volar, pero no había manera de convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba. 

— ¡Qué no quiero salir a volar! —Repetía la pequeña luciérnaga—. ¡Mira que sois pesados, eh! 

Toda la comunidad de luciérnagas estaba muy preocupada por la actitud de la pequeña. 

—Hemos de hacer algo con esta hija —decía su madre angustiada—. No puede ser que la pequeña no quiera salir nunca de casa. 

—No te preocupes, mujer —añadía su padre intentando calmarla—. Ya verás como todo se arregla y cualquier día de éstos sale a volar con nosotros. 

Pero pasaban los días y la pequeña luciérnaga seguía encerrada sin salir de casa. Un anochecer, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la abuela luciérnaga se acercó a la pequeña y le preguntó con toda la delicadeza del mundo: 

— ¿Qué te sucede, mi pequeña niña? ¿Por qué nunca quieres salir de casa? ¿Cuál es la razón por la que nunca quieres venir a volar e iluminar la noche con nosotros? 

— No me gusta volar —respondió la pequeña luciérnaga. 

—Pero ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu luz? —insistió la abuela. 

—Pues. —Explicó por fin la pequeña luciérnaga—, para qué he de salir si con la luz que tengo nunca podré brillar como la luna. La luna es grande y brillante y yo a su lado no soy nada. Soy tan pequeñita que a su lado no soy más que una ridícula chispita. Por eso nunca quiero salir de casa y volar, porque nunca brillaré como la luna. 

La abuela escuchó con atención las razones que le dio la pequeña luciérnaga. 

—¡Ay, mi niña! —Dijo con una sonrisa—. Hay una cosa de la luna que has de saber y que, por lo visto, desconoces. Y lo sabrías si al menos salieras de casa de vez en cuando. Pero como no es así, pues, claro, no lo sabes. 

— ¿Qué es lo que debo saber de la luna y que no sé? —preguntó la pequeña luciérnaga presa de la curiosidad. 

—Has de saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches —Respondió la abuela—. La luna es tan variable que cambia todos los días. Hay noches en que está radiante, redonda como una pelota brillando desde lo más alto del cielo. Pero, en cambio, hay otros días en que se esconde, su brillo desaparece y deja al mundo sumido en la más profunda oscuridad. 

— ¿De veras que hay noches en que se esconde la luna? —se sorprendió la pequeña. 

— ¡Que sí, mi niña! —continuó explicando la abuela—. La luna cambia constantemente. Hay veces que crece y otras que se hace pequeña. Hay noches en que es enorme, de un color rojo, y otros días en que se hace invisible y desaparece entre las sombras o detrás de las nubes. La luna cambia constantemente y no siempre brilla con la misma intensidad. En cambio tú, pequeña luciérnaga, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz. 

La pequeña luciérnaga se quedó asombrada ante las explicaciones de la abuela. Nunca se habría podido imaginar que la luna fuera tan variable que brillaba o que se apagaba según los días. Esa noche, la pequeña luciérnaga salió del lampati para iluminar la noche, y salir a volar con su familia y sus amigos. Y así fue cómo la pequeña luciérnaga aprendió que cada uno ha de brillar con su propia luz.

jueves, 10 de marzo de 2022

Downie el guerrero de chocolate

 


Con la ayuda de un pequeño guerrero Downi, Jamal fue capaz de marcharse de su aldea para conocer el mundo y así vivir las más apasionantes aventuras...¿quieres conocer su historia? 

En un pueblo muy pequeño al norte de la India vivía un niño que se llamaba Jamal. Era de familia muy humilde, compartía habitación con sus cinco hermanos y niñó hindú nunca había ido más allá del bosque que rodeaba su aldea. Se dedicaba a ayudar en las tareas de casa, cuidar el ganado y en los ratos libres jugar con sus amigos a construir grandes figuras de barro que los pequeños bautizaron con el nombre de Downies, con el deseo que esas figuras se convirtieran en los guardianes de su humilde aldea.

Pero llegó un día que esa rutina de todos los días no fue suficiente para Jamal. Sintió un cambio en su interior, era la necesidad de conocer otras realidades y visitar otros lugares.

Jamal explicó a sus padres esa nueva necesidad que sentía y los dos lo comprendieron pero su padre le contestó que, después de su viaje, regresara al pueblo cargado de riquezas, que esa sería la forma de ayudar a su familia a salir de la pobreza. Su madre en cambio desapareció unos minutos y regresó con un pequeño guerrero de barro, semejante los guerreros Downi que Jamal solía construir con sus amigos, envuelto en un pañuelo. «Ves tal lejos como te lo pida el corazón, él te protegerá», le dijo depositando la pequeña figura en su mano.

Así fue como el pequeño Jamal dejó el lugar que lo había visto nacer y crecer y se adentró en el bosque, cruzó montañas, malvivió en grandes ciudades, aprendió a meditar en los grandes templos hinduistas, se refugió en la guarida de sabios expertos en la sanación con yerbas mágicas, lucho contra animales y aprendió a respetarlos y domesticarlos. Vivió mil y una aventuras que lo formaron y lo enriquecieron como persona.

Jamal regresó a su poblado años después pero no cargado de riquezas como le exigió su padre, sino cargado de experiencias y conocimientos. Jamal se había convertido en uno de los hombres más sabios del país y trajo a su pueblo la riqueza soñada por su padre pero gracias a la astucia que había adquirido durante su viaje.

Desde aquel día en el poblado de Jamal, todas las mujeres cocinan deliciosos downies de chocolate en forma de guerrero que les recuerdan a los niños de la aldea que con el conocimiento pueden llegar hasta donde quieran.

(Cuento hindú)

Con el conocimiento podemos llegar a donde nos propongamos.

El cuento de los detalles con significado

 


Cuento tradicional Oriental 

Hubo un tiempo en que, en un lugar remoto de Asia, existió un rey conocido como "el Prudente". ¿Quieres descubrir por qué? Hace mucho tiempo, en un lugar remoto de Asia un joven rey gobernaba a su pueblo con justicia y sobriedad. Este rey se ocupaba del bienestar de sus súbditos, los impuestos que cobraba eran los imprescindibles para cubrir eficazmente las necesidades generales y dedicaba su jornada a atender puntualmente los asuntos de estado. 

En el reino había paz y prosperidad. Y a su lado siempre estaba su fiel y sabio consejero, que ya había servido como tal a su padre. Pero un día, el joven rey dijo en una comida a su mayordomo: -Estoy cansado de comer con estos palillos de madera, soy el rey, así que da orden al orfebre de palacio de que me fabrique unos palillos de marfil y jade. Oída esta orden, el consejero se dirigió inmediatamente al soberano: -Majestad, os pido que me relevéis lo antes posible de mi cargo. No puedo serviros por más tiempo. El monarca, extrañado, preguntó cuál era el motivo de aquella repentina decisión. -Es por los palillos, señor -respondió el consejero-. Ahora habéis pedido unos palillos de jade y marfil, y mañana querréis sustituir los platos de barro por una vajilla de oro. Más adelante desearéis que vuestros vestidos de tela sean reemplazados por otros de seda. Otro día, en vez de conformaros con comer verduras y puerco, solicitaréis lenguas de alondra y huevos de tortuga. De este modo, llegará el momento en que vuestros caprichos y el mal uso del poder os harán ser injusto con vuestro pueblo. Entonces, yo me rebelaré contra su majestad, y por nada del mundo deseo ver amanecer ese día. 


Dicen que el rey canceló la orden dada al orfebre y siguió comiendo con sus palillos de madera. Desde ese día fue llamado y conocido por todo el reino como «el Prudente». Y conservó al viejo consejero a su lado hasta su muerte.