domingo, 28 de noviembre de 2010

Gallo Quiquirigallo

Gallo Quiquirigallo
Fábula italiana (ilustrado por Dimitri Makhashvili)

Érase una vez un gallo que vagaba por el mundo. Por el camino se encontró con una carta que decía: "Gallo quiquirigallo, gallina quiquirigallina, oca condesa, pata abadesa, pajarito jilguerito, vamos a la boda de Pulgarcito".

El gallo se puso en camino hacía allí; al cabo de poco
tiempo encontró a la gallina.

-¿Adónde vas, compadre gallo?
-Voy a la boda de Pulgarcito.
-¿Puedo ir yo?
-Si estás en la carta... Veamos: gallo quiquirigallo, gallina quiquirigallina... Sí, aquí estás, entonces, ¡vamos!

Se pusieron en marcha y transcurrido un tiempo encontraron a la oca.


-Comadre gallina y compadre gallo, ¿adónde vais?
-Vamos a la boda de Pulgarcito.
-¿Puedo ir yo?
-Si estás en la carta...-, dijo el gallo; abrió la carta otra vez y leyó: -Gallo quiquirigallo, gallina quiquirigallina, oca condesa... Sí, tú estás también; ¡vamos!.

Camina caminando, encontraron a la pata.


-Comadre oca, comadre gallina y compadre gallo, ¿adónde vais?
-Vamos a la boda de Pulgarcito.
¿Puedo ir yo?
-Si estás en la carta..., dijo el gallo, y leyó: "Gallo quiquirigallo, gallina quiquirigallina, oca condesa, pata abadesa... Sí, estás en la carta; ¡vamos!".

Poco después encontraron al pajarito jilguerito.

-¿Adónde vais, comadre pata, comadre oca, comadre gallina y compadre gallo?
-A la boda de Pulgarcito.
-Vamos a la boda de Pulgarcito,, respondió el gallo.
-¿Puedo ir yo?
-Sí, si estás aquí, y el gallo volvió a abrir la carta, pero el lobo no estaba en ella.
-¡Pero yo también quiero ir!, dijo el lobo.

Y todos, por miedo, respondieron: -¡Pues vamos!.

Tras dar algunos pasos, el lobo dijo de pronto: -¡Tengo hambre!.


-Yo no tengo nada que darte, respondió el gallo.
-¡Entonces te comeré a ti!, y el lobo abrió la boca y lo engulló en un santiamén.

Al cabo de un rato, el lobo repitió; -¡Tengo hambre"
La gallina le respondió lo mismo que el gallo, Y el lobo la engulló también, Y así hizo con la oca y así también con la pata. Quedaba sólo el pajarito. El lobo, tan hambriento como siempre, dijo:
-¡Tengo hambre!.

-Yo no tengo nada que darte, dijo el pájaro.
-¡Entonces te comeré a ti!. Abrió la boca y... el pajarito voló sobre su cabeza. El lobo intentaba cogerlo, pero el pajarito revoloteaba de aquí para allá, saltaba sobre una rama, sobre otra, después aterrizaba sobre la cabeza del lobo, sobre la cola... y le volvía loco. El pajarito estaba ya cansado, cuando vió a lo lejos a una mujer con un cesto sobre la cabeza: les llevaba el almuerzo a los segadores. Le dijo entonces al lobo:
-Si me perdonas la vida, te procuraré la buena comida de pasta y carne que esa mujer lleva a los segadores.


En efecto, cuando la mujer vio a aquel pajarito tan bonito, enseguida alargó la mano para cogerlo. Pero él se alzó un poquito. Entonces la mujer dejó el cesto en el suelo y se puso a perseguir al pajarito. Así pudo el lobo ir hacía el cesto y comérselo todo.

-¡Auxilio, auxilio!, gritó la mujer.

Llegaron los segadores, los unos con la hoz, los otros con el bastón, saltaron encima del lobo y lo mataron. Y cuando empezaron a desollarlo, de la panza saltaron sanos y salvos el gallo quiquirigallo, la gallina quiquirigallina, la oca condesa, la pata abadesa. Y con el pajarito jiguerito, todos juntos se fueron a la boda de Pulgarcito.

Y colorín colorado...



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