domingo, 19 de diciembre de 2010

Befana

La noche del 5 de enero, mientras esperamos la llegada de los Reyes Magos, en Italia se guarda con similar paciencia la visita de un entrañable personaje que tiene para los niños italianos la misma importancia y significación que tienen los Magos para los niños españoles. Este personaje es la Befana.

Befana, tiene la apariencia de una bruja. Va vestida de negro, vuela sobre una escoba por encima de las casas y los campos, y lleva un enorme saco a la espalda. Pero ese saco está repleto de regalos para todos los niños que se lo han merecido. Para los que no, Befana lleva provisión de trozos de carbón.

Según cuenta la leyenda, Befana vivía en Belén. Era viuda, y se sentía muy triste por no haber tenido ningún hijo. Cierto día, mientras recogía leña en el bosque, unos extranjeros montados sobre camellos se acercaron a ella y le preguntaron cuál era el camino de Belén. Tras indicárselo, ella les dijo:

-Parecéis personas muy importantes, ¿qué buscáis en Belén?
-Buscamos al niño- dios -respondieron los Magos, pues de ellos se trataba-. Una estrella nos ha guiado hasta aquí, y ahora sabemos que nuestro viaje está a punto de concluir.

En el interior de Befana nació el deseo de conocer al Niño. Su primera intención fue la de unirse a la caravana de los Magos, pero antes volvió al bosque en busca de leña que había ido recogiendo
en pequeños montones. Cuando regresó al camino los extranjeros ya se habían marchado.

Befana, agobiada por el peso de la leña, tardó bastante en llegar a Belén. Para entonces, aunque lo buscó por cada rincón, no puedo encontrar al niño. Sin desanimarse, continuó su búsqueda por todas las partes, preguntando a los hombres y también a los animales, a quienes la mula y el buey habían hablado de la buena nueva. Se dice que recorrió el mundo entero, al tiempo que en su saco iba guardando regalos y presentes para dárselos al Niño cuando lo viera.

Finalmente se le apareció San José, quien, lleno de piedad hacia ella, le explicó que el niño-dios estaba en todos y cada uno de los niños.

Desde entonces, Befana reparte sus juguetes y regalos entre todos los niños que esperan su llegada la noche del 5 de enero.



miércoles, 15 de diciembre de 2010

Servía en Orán al Rey




















Servía en Orán al Rey
un español con dos lanzas,
y con el alma y la vida
a una gallarda africana,

tan noble como hermosa,
tan amante como amada,
con quien estaba una noche,
cuando tocaron alarma.

Trescientos cenetes eran
de este rebato la causa,
que los rayos de la luna
descubrieron las adargas;

las adargas avisaron
a las mudas atalayas,
las atalayas los fuegos,
los fuegos a las campanas;

y ellas al enamorado,
que en los brazos de su dama
oyó el militar estruendo
de las tropas y las cajas.

Espuelas de honor le pican
y freno de amor le para;
no salir es cobardía,
ingratitud es dejalla.

Del cuello pendiente ella,
viéndole tomar la espada,
con lágrimas y suspiros
le dice aquestas palabras:

"Salid al campo, señor,
bañen mis ojos la cama;
que ella me será también,
sin vos, campo de batalla.

Vestíos y salid apriesa,
que el general os aguarda;
yo os hago a vos mucha sobra
y vos a él mucha falta.

Bien podéis salir desnudo,
pues mi llanto no os ablanda;
que tenéis de acero el pecho
y no habéis menester armas."

Viendo el español brioso
cuánto le detiene, y habla,
le dice así: "Mi señora,
tan dulce como enojada,

porque con honra y amor
yo me quede, cumpla y vaya,
vaya a los moros el cuerpo,
y quede con vos el alma.

Concededme, dueño mío,
licencia para que salga
al rebato en vuestro nombre,
y en vuestro nombre combata".

"Servía en Orán al Rey" (1587)
(Luis de Góngora y Argote)


*Cenetes: eran una tribu bereber de Zeneta, una de la más antiguas y principales del África septentrional.

*Rebato: Alarma o conmoción ocasionada por algún acontecimiento repentino y temeroso.


domingo, 12 de diciembre de 2010

La Navidad del petirrojo


¡Qué frío hacía! La gente corría las cortinas y se acurrucaba junto al fuego.

-Este año vamos a tener unas navidades blancas, ya lo veréis -decían los más viejos.

Todos los niños estaban muy excitados.
-¡Una blanca Navidad! -decía Clara.

-Podremos patinar y hacer muñecos de nieve -anadía Tomás.

Por fin, una noche se puso a nevar. Los niños se despertaron por la mañana y encontraron el jardín completamente cubierto por una suave capa blanca.

-No debemos olvidarnos de los pajaritos... -dijo Clara al ver a un petirrojo saltar alegremente junto al umbral de la puerta de la cocina.

Y salió afuera y le echó miguitas de pan. También les puso agua, y Tomás colgó una cestita de frutos secos en la rama del viejo peral. Y todos los días, el petirrojo volvía a estar a la puerta de la cocina.

Clara enseñó a los otros niños lo que tenían que hacer para alimentar a los pájaros y todos pusieron migas, frutos secos, granos de maíz, de arroz y otras cosas. Todos los días dejaban comida para los pájaros y luego observaban cómo los gorriones, los petirrojos y los mirlos bajaban a comer.

La Navidad se acercaba. Clara y Tomás empezaron a preparar guirnaldas de papel, estrellas de papel de plata y otros muchos adornos para el árbol.

-Pero no tenemos acebo -dijo mamá-, ni acebo ni muérdago. Necesitamos acebo con muchas bolitas rojas.

Clara y Tomás, junto con su hermana Olga, fueron de compras al pueblo con su mamá y se encontraron con la granjera. Les sonrió amablemente a los pequeños.

-¡Qué! ¿Preparando las fiestas de Navidad? No olvidéis que podéis venir a buscar todo el acebo que os haga falta a nuestro bosque.

La mamá de los niños le dio las gracias.

-¡Esto es fantástico! -exclamó-. Iremos mañana sin falta.

Y Clara decidió que dibujaría una tarjeta de Navidad muy especial para los granjeros.

Al día siguiente los niños se abrigaron bien, se equiparon con botas de nieve y gorros y bufandas de lana y se fueron con su mamá al bosque.

-¡Mirad las huellas que voy dejando! -gritaba Tomás, lanzándose a toda velocidad sobre la nieve y señalando las marcas que dejaban sus pasos.

De pronto, se oyó un piar melodioso.

-Parece el canto de un petirrojo -dijo la mamá-. Sí, fijaos, está cantando porque es Navidad.

-Está cantando <<¡seguidme, seguidme!>> -dijo Clara.
-Puede que sea eso .dijo la mamá, riendo.


En un recodo del camino había una mata de acebo cubierta de bolas de un rojo brillante. Precisamente lo que buscaban.

Pero tan sólo los niños vieron algo más: vieron elfos y criaturas del bosque correteando junto al sendero. Clara quiso decírselo a su mamá, pero apenas empezó a decir: <<¡Oh, mira...!>> se desvanecieron.

-Yo no veo nada -dijo su mamá.

Pero se oían ruidos por debajo delos arbustos, y Clara comprendió que los pequeños seres habían corrido a esconderse para que nadie los viera.

Siguieron por el camino con sus ramas de acebo hasta que el sendero se ensanchó. Clara estaba segura de seguir oyendo piar al petirrojo: "Seguidme, seguidme".

Y por fin llegaron a un pequeño claro del bosque: Y todos lanzaron un grito de admiración: en el centro había un maravilloso muñeco de nieve.

Llevaba un viejo sombrero de fieltro y una corbata a rayas blancas y rojas. Los brazos eran dos palos con dos guantes de cuero en los extremos. La boca y los ojos estaban hechos con piedrecitas, y llevaba una pipa en la boca.

Parecía sonreír.

Olga lo miró fijamente y dijo:
-Hola, señor muñeco de nieve.

-¿A quién se le habrá ocurrido hacer un muñeco de nieve en este sitio? - se preguntó la mamá-. ¡Esto sí que es un misterio!

A los pies del muñeco había varias bolas de nieve, pero sólo los niños podían ver subidos en ellas a los elfos y a los ratoncillos del bosque y escuchar sus risas y sus gritos.

El viejo búho sabio se asomó desde su agujero, en un árbol, y meneó la cabeza:
-Seguro que va a seguir nevando -dijo. Y se volvió adentro.

Y de nuevo, Clara oyó piar al petirrojo: <<¡Muchas gracias>>!, le pareció entender que decía. Y Clara pensó que quizás era la manera de agradecerle la comida y el agua que le había dado en lo más duro del invierno.

-Ya va siendo hora de volver -dijo su mamá.

De modo que se volvieron a casa por el camino que llevaba al pueblo.

-Me sigo preguntando quién ha podido hacer ese muñeco de nieve -volvió a decir la mamá, por la noche-. Ha sido una sorpresa muy agradable.

Bien arropada en su camita, antes de dormirse, Clara se estuvo acordando del petirrojo. Estaba segura de que era el mismo que venía cada mañana a la puerta de su cocina. Y ¿estaría de verdad diciendo: "Gracias"?

Bueno..., ¿por qué no?


Cuento e ilustraciones de Mabel Lucie Attwell

EL CAMELLO COJITO (auto de los Reyes Magos)







El camello se pinchó
Con un cardo en el camino
Y el mecánico Melchor
Le dio vino.

Baltasar fue a repostar
Más allá del quinto pino....
E intranquilo el gran Melchor
Consultaba su "Longinos".

-¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!

-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.

El camello cojeando
Más medio muerto que vivo
Va espeluchando su felpa
Entre los troncos de olivos.

Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.

A la entrada de Belén
Al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
con su belfo y en su hipo!

Se iba cayendo la mirra
A lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.

Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.

-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.

A pie vuelven los tres reyes
Cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
Le hace cosquillas al Niño.


viernes, 10 de diciembre de 2010

La diligencia de doce asientos


¡Qué frío hace! El cielo es terciopelo negro, y no sopla ni un poquito de viento.

¡Pum! ¡Catacrac!

Una serie de porrazos interrumpen el silencio. Son los habitantes de la pequeña ciudad, que empiezan a arrojar por las ventanas viejos platos desportillados, cazuelas de barro, vajillas viejas.
¡Pam! ¡Pum! ¡Bum! ¡Cracracracrac! ¡Bang!

Estos otros, que hacen eco a los primeros ruidos, son cohetes. Lo habéis adivinado: en el
campanario acaban de dar los doce repiques de la medianoche del día de San Silvestre.

¡Troc! ¡Totroc! ¡Totocroc!

¿Y esos otros? Éstos los hace la diligencia, un carruaje tirado por caballos. En cuestión de minutos, el vehiculo estará frente a la puerta norte de la ciudad. En él viajan doce pasajeros, que
ocupan los doce únicos asientos que hay dentro.

-¡Por el año nuevo! ¡Felicidades! -gritan las gentes en sus casas, levantando las copas llenas de champán.

Tintinean las copas, la alegría está en su apogeo. En ese preciso momento, la diligencia, con sus doce pasajeros, se detiene frente a la puerta.

¿Quiénes son, estos viajeros? Todos tienen el equipaje a punto y los pasaportes
en regla. Y llevan también consigo una bonita ¿colección? de regalos. ¿que para quién son? ¡Pues para mí, para ti, para todos! ¿Pero quiénes son?

-¡Feliz año tenga, buen hombre! -le gritan al centinela de guardia de la puerta.

-¡Feliz año tengan ustedes, señores! -contesta el centinela. Y, acercándose a la carroza, abre la puertecilla, ayuda a bajar al primero de los pasajeros y le pregunta -: ¿Nombre, apellido, profesión?

-Mire en mi pasaporte -responde el individuo-.
¿Qué quiere que le diga? ¡Yo soy quien soy!

Es un tipo curioso, embutido en un abrigo de pieles de oso.

-Son muchos los que ponen en mí sus esperanzas, ¿sabe? Venga mañana a mi casa y le haré un
hermoso regalo de fin de año. Aguinaldos y regalos, tengo siempre para todos; en cuanto a fiestas, más de treinta y una no puedo dar. ¿Mi profesión? Comerciante al por mayor.
¿Mi nombre? Enero, y viajo con montones de cuentas de recibos y de liquidaciones.

Ahora desciende el segundo pasajero. Éste es un vividor: empresario teatral, organizador de bailes de disfraces.

-Cuando hay de esto, hay de todo, o casi -setencia- Me gusta que la gente se divierta pero también a mí me gusta divertirme, porque por desgracia no me va tan bien: veintiocho días sólo, si te paras a pensar. Verdad es que, de vez en cuando, me conceden uno más. No es gran cosa, pero en el fondo, ¿qué más da?

-No se precipite, por favor -le advierte el centinela.

-Jovenzuelo, yo puedo hacer tanto escándalo como me venga en gana, que para algo soy el Príncipe Carnaval, aunque viaje con nombre falso... Pero puedes llamarme Febrero. -Le guiña un ojo y pasa adelante.

¿Y el tercero? El tercero es más delgado que el hambre, tieso como un palo de escoba, siempre con la cabeza en otra parte, Es pariente de los magos, meteorólogos y astrólogos de todo el mundo. A juzgar por su aspecto, su negocio no debe irle demasiado bien. En el ojal de su largo baladrán lleva prendido un ramito de violetas.

-Señor Marzo -lo llama el cuarto pasajero, dándole un golpecito en el hombro-. ¿No huele este aroma a té? ¡Entre enseguida en la aduana y haga que le den una taza!

¿Aroma? ¡Pero qué aroma ni aroma! Es una broma, una broma de Abril, para ser exactos, que
hace su aparición con este primer chiste. Parece -lo está- muy alegre; dicen las malas lenguas que no se mata a trabajar, pero no es ningún vago.

-Todo se arreglaría con que este mundo fuera un poco más estable -dice-. En cambio, unas veces estamos contentos, otras melancólicos. Tan pronto llueve, como sale el sol; partimos, regresamos. ¿que cuál es mi trabajo? Si quiere, puede escribir que tengo una empresa, de pompas fúnebres. Río o lloro según me da. ¿Lo ve? En esta maleta llevo ropa de verano, ¡pero estaría loco si quisiera ponérmela! Los domingos por la mañana voy a misa con el impermeable, y debajo llevo camisa de manga corta.

Justo después se apea una muchacha. Se llama Mayolina/Maya: lleva un vestido ligero, veraniego, color verde y calza zapatos livianos, sobre los que lleva unos llamativos chanclos de
goma. Entre sus cabellos rubios luce un ramillete de flores.

Es tan hermosa como afinada: es que, además, es cantante. Pero no canta en los teatros, quede claro, sino al aire libre, en los bosques, por pura pasión. Lleva en la mano un maletín de trabajo, y dentro, dos libritos: uno de poesía, otro de cuentos.

-¡Paso, que baja la Señora! -grita el cochero, haciendo sonar la fusta.

Una joven dama apoya un piececito en tierra. Es bonita como Mayolina, pero su porte es más orgulloso. ¿Qué de quién se trata? De la Dama de Junio, naturalmente. En el día más largo del año da una fiesta espléndida, en la que sus invitados pueden degustar todos los platos de su bien provista mesa.

Tiene una carroza propia, pero prefiere viajar en diligencia con todos los demás para no ganarse la fama de persona altanera.

La acompaña un joven rellenito que luce un sombrero de paja de ala ancha y un vistoso traje de baño. ¿No lo habéis reconocido? Se trata nada menos que de su hermano, el señorito Julio.

¿Y quién más? Pues doña Agostina, verdulera al por mayor y propietaria de grandes haciendas. Es regordeta y está siempre acalorada. No se las da de señorona, pero le gusta hacer las cosas por sí misma: dicen es ella en persona quien les lleva al campo a los labriegos sus buena jarras de cerveza.

-¡Te ganarás el pan con el sudor de tu frente! -exclama-. Los bailes, las excursiones al campo y los paseos por la montaña vienen después.

¡Vaya, pero si tenemos también un artista! Pintor, por más señas. ¿Que cómo se llama esta celebridad? Profesor Septiembre, maestro del color. No hay bosque que no lo conozca; no tiene
más que echar mano a la paleta y ya las hojas, de verdes, se hacen amarillas, rojo subido, oro viejo. Mientras trabaja, silba como los mirlos, y mientras silba, enrolla zarcillos de lúpulo en torno a su jarra de cerveza. Por equipaje lleva su maletita de pintura.

Detrás de él viene todo un señorón de los campos, el conde Octubre. Al igual que
soña Agostina, se toma también muy en serio su trabajo: no habla más que de vendimiar, de arar, de sembrar, de roturar. Lleva consigo una garrafa, y sobre el techo de la diligencia ha mandando colocar un bonito arado inglés último modelo. Mientras menciona con entusiasmo una nueva variedad de trigo, su vecino le interrumpe varias veces con sus toses y con su ruidoso sonarse. Se trata del señor Noviembre; se ve a las claras que está molesto por su resfriado.
Con una mano sujeta el pañuelo y con la otra empuña un hacha: es presidente honorario de la Hermandad de Leñadores.

Ya se ha quedado vacía la diligencia... Ah, no, perdón, es que ese viejecito ha tardado una barbaridad en bajarse.

El abuelo Diciembre: ¿cómo iba a faltar él a la reunión? En sus manos arrugadas lleva un braserito, y su nariz aguileña no deja de moquear. Va encorvado y está entumecido, pero los ojos le brillan vivarachos como dos estrellas al ordenar que bajen de la diligencia una maceta en la que crece un pequeño abeto.

-Bajenlo con cuidado, por favor -dice-. Tiene que crecer tieso para estar bonito en Nochebuena. Lo adornaremos con muchas velas de colores, con bolas brillantes, con dulces y juguetes. Y entonces yo sacaré mi libro de cuentos y haré que los niños se porten bien.

-¡De acuerdo entonces, que siga la diligencia! -le interrumpe el centinela-. Todos los viajeros han bajado. ¡Arre , cochero!

-Pero primero que pasen a verme -dice el jefe de aduanas-. ¡Adelante, señores! Los pasaportes me los tienen que dar a mí. Tienen un mes de validez, pasado el cual escribiré en ellos las observaciones sobre su conducta. ¡Señor Enero, empecemos por usted!

Y Enero se presenta.

Dentro de un año podré deciros qué presentes nos han hecho los viajeros. Ahora no lo sé. ¿Lo sabrán ellos?

¡Hoy en día pasan tantas cosas!


Es un cuento de Hans Christian Andersen

martes, 7 de diciembre de 2010

Nana para Candela






Duerme mi niña preciosa, mi alma pichosa, que te guardo yo
Duerme mi niñita hermosa de piel tan sedosa que tuyo es mi amor
Dulce mirada serena carita morena la noche llegó
Cierra los ojos mi vida, mi mano te cuida no tengas temor

Nana nani nana que mi tesoro dormirá
Nana mi niña la nana bonita mi niñita duerme ya

Sueña que vuela Candela, mis ojos te velan no sientas temor
Sueña feliz mariposa, boquita de rosa que tienes mi amor
Sueña que bailan las nubes que sube que sube que vuelve a empezar
Baila feliz mi princesa, carita de fresa no temas soñar

Nana nani nana que mi tesoro dormirá
Nana mi niña la nana bonita mi niñita duerme ya
Nana nani nana que mi tesoro dormirá
Nana mi niña la nana bonita mi niñita duerme ya

sábado, 4 de diciembre de 2010

Para ser felices


















No temas niño pequeño
si en la soledad te encuentras
porque la luna te alumbra
mientras bosteza una estrella

No temas mi pequeñito
no temas ángel de dios
porque en tu pecho cantando
se encuentra tu corazón

Las mariposas girando
alrededor de una flor
van deshojando ilusiones...
¡Te las van a dar a vos!

Y los pájaros cantores
se tatúan alegrías
en sus alas, mientras vuelan
con la brisa colorida

Y el sol charla con las nubes
y las nubes con el mar...
Le preguntan curioseando
¿A donde en sus olas va?

Y el mar responde feliz
me voy a dar un paseo
con todos, todos los niños
¡Los niños del mundo entero!

Autora: Justina Cabral
País: Argentina