sábado, 14 de mayo de 2011

El consejo de Facundo






Una noche en la laguna,
un mono, sobre la una,
fue a refrescarse una pata
y encontró un pastel de nata.

"Voy a comérmelo entero,
para eso lo vi el primero",
dijo el mono en un arbusto,
relamiéndose de gusto.

Y bajo la luna llena,
agitando su melena,
dijo airado el rey León,
enfadándose un montón:

"¡Ay!, de eso nada, monada,.
Esta tarta merengada
es mía según la ley;
¿no ves que yo soy el rey?"

La hipopótama Frasquilla
le gritó desde la orilla:
"Aunque tú seas monarca,
yo soy reina de esta charca

El pastel me pertenece.
Cariño, ¿no te parece?"
Y un hipopótamo enorme
le contestó: "Estoy conforme".

Llegó en ese mismo instante
Casimiro el elefante.
"¿Tendrá dentro trufa o moca?
Se me hace agua la boca.

Seguro que está de muerte,
y como soy el más fuerte
y todos me tienen miedo,
yo esta tarta me la quedo."

A rabazos, a zarpazos,
cabezazos y trompazos,
quisieron, con fuerza bruta,
acabar con la disputa.

Facundo el rinoceronte
bajó trotando del monte
a poner fin de una vez
a tamaña insensatez.

"¿Os parece bien, ceporros,
arreglar esto a mamporros?
Ser salvajes y violentos
sólo causa sufrimientos.

¡Vaya cuatro majaderos!
Estáis que da pena veros:
despeinados, magullados
y con los ojos morados."

Y mientras tanto el pastel
se lo llevó el sol con él:
la luz del amanecer
lo hizo desaparecer.

Y los cuatro, hechos un lío,
vieron el lago vacío:
el pastel tan deseado
no estaba por ningún lado.

"No tengáis pena ninguna
que volverá con la luna.
Poned todos atención,
¡ya tengo la solución!:

Repartid -dijo Facundo-,
que habrá para todo el mundo.
Pues compartiendo, además,
se disfruta mucho más.

Con gran fiesta y alborozo
comen cada noche un trozo.
El pastel tan singular
dura medio mes lunar.

Pero ya no sienten pena,
pues cuando haya luna llena
en la laguna de plata,
habrá otro pastel de nata.


Autora: Carmen Gil

LA PRIMAVERA






La primavera
reparte flores,
por la ladera,
de mil colores.

Los gorriones
con sus polluelos

pían canciones
mirando al cielo.

Baila la abeja
de flor en flor.
Busca pareja
el ruiseñor.


La mariposa
revolotea
de lila en rosa
¡y se marea!

La lluvia pasa
y luce el sol.
Sale de casa
el caracol.

El moscardón
zumba que zumba
tiene al ratón
medio tarumba.

¡Menuda orquesta!
Así cualquiera.
baila en la fiesta
de primavera

(Canción incluida en el CD de la maleta del profesor del proyecto Trampolín, de SM)
Carmen Gil Martínez




miércoles, 11 de mayo de 2011

Los juegos de la abuela

Lelis era una niña que siempre que tenía vacaciones le gustaba ir a casa de su abuelita Adela en un pueblo muy cerca de la ciudad donde ella vivía.

Su abuelita, a la que Lelis llamaba de cariño "Güely", era una persona muy creativa y cariñosa a la que le gustaba hacerle juguetes con cajas, botes, tapas y muchas cosas que guardaba.

Un día del mes de agosto, cuando faltaban algunos días para el cumpleaños de Lelis, ella se encontraba en casa de su abuelita sentada junto a la ventana desde donde veía el parque, pues llovía y no podía salir a jugar.



Lelis se encontraba triste mirando la lluvia y pensando en que pronto se acabarían sus vacaciones y su abuelita la tendría que llevar de regreso a casa, cuando de repente descubrió a lo lejos, que en la fuente del parque se encontraban sus amiguitas, dos ranitas verdes y brillantes muy juguetonas que disfrutaban de la lluvia brincando de piedra en rama. Estaban tan contentas que en el rostro de Lelis se dibujó una sonrisa por el gusto de verlas jugar.

De repente, notó que las ranitas se veían y volteaban hacia todos lados como buscando algo. Lo que pasaba es que, de detrás de una nube muy oscura comenzaba a asomarse el sol y a medida que sus rayos aparecían empezaron a escuchar un llanto que se hacía cada vez más fuerte. Las ranitas se asustaron, pues por esos lugares nunca se escuchaban lamentos, siempre todo era alegría.

Comenzaron a buscar a su alrededor, entre las flores, debajo de las piedras, le preguntaron a los grillos, pero no encontraron respuestas. Decidieron trepar a los árboles y fue desde ahí donde pudieron ver que el arco iris lloraba, se lamentaba y decía:

- Ah, ya se acabó la lluvia y aquí estoy, debería estar contento pues puedo ver a mi alrededor, pero sin embargo soy muy desdichado porque quisiera andar por el mundo y conocer todos sus rincones, pero solo puede salir un rato después de la lluvia y solo si el sol me acompaña. Uaua, uaua...

Entonces, las ranitas afligidas corrieron a buscar a Lelis que asombrada las veía por la ventana. Ellas sabían que siempre que salía el sol y dejaba de llover, Lelis podía salir a jugar.

Lelis acostumbraba jugar con las ranitas, le gustaba colocarlas en el tendedero de la casa de su abuelita, hacía vibrar los cables y las ranitas se deslizaban fascinadas por ellos. Ella tenía cuidado de que no fuera siempre la misma ranita la que llegaba primero porque una vez no tuvo cuidado y entonces las ranitas se enojaron tanto entre ellas porque siempre ganaba la misma, que duraron sin salir todo un día.

En esa ocasión, Lelis tuvo que pensar en algo para divertirse. Su abuelita, al darse cuenta, le hizo unas ranitas de papel que puso en el tendedero, y cuando las ranitas se dieron cuenta de que Lelis se estaba divirtiendo tanto con sus ranas de papel y ellas se encontraban tan aburridas por pelear, le pidieron volver a jugar con ella. Las ranitas no volvieron nunca a enojarse.

Bueno, era tanto lo que convivía con las ranitas que ellas estaban seguras de que Lelis podía ayudarlas, así que fueron a contarle lo que le pasaba al arco iris. Lelis sabía también que podía contar con su abuelita así que corrió a contarle lo que las ranitas le dijeron que le pasaba al arco iris.

Su abuelita, que era muy inteligente, les dijo:

- ¡Ah! Yo sé cómo hacer que el arco iris se ponga alegre.

- ¿Cómo? - preguntaron a coro Lelis y las ranitas.

Entonces, la abuelita descolgó su abrigo del ropero donde lo guardaba y sacando el gancho les dijo:

- Con este gancho vamos a hacer un aro.

Y tomando un listón, empezó a envolver el aro hasta que todo el metal quedó cubierto. Entonces, fue a traer una tina con agua y jabón.


Metía el aro en la tina y sacaba unas burbujas enormes y entonces todos vieron con gran sorpresa que el arco iris saludaba desde las burbujas muy contento, pues volaba, aparecía y desaparecía, se metía en los rincones y se paseaba por el aire en las burbujas de jabón con una gran sonrisa. Así, haciendo burbujas, a Lelis se le pasó el día...

Al finalizar el día, y sin darse cuenta, se encontraba ya en el carro de sus abuelos, camino de regreso a su casa, diciendo adiós a todos, a sus amigas las ranas, al tendedero y hasta a la tina de jabón que había guardado en su recuerdo... las vacaciones habían terminado.


Su abuelita, al verla tan triste, le entregó una charola de metal con el dibujo de un payaso que tenía dibujado en el cuello de su traje cinco estrellas en las que la abuelita había hecho un agujero. Entonces, le dijo:

- No estés triste y pon atención - y le dio cinco canicas: una roja, otra amarilla, otra blanca, otra azul y la última, verde.

- Cada día colocarás una canica en el agujero de cada estrella pero tienes que seguir las reglas del juego.

- ¿Cuáles son las reglas? - Preguntó Lelis curiosa.

La abuelita miró a su nieta con cariño y dijo:

- Son varias. ¿Estás lista para que te las diga?

- Si, contestó rápido.

- Debes poner atención para que no se te olviden y las recuerdes.

- Ya estoy lista.

- Debes tomar la charola de los lados y moverla para hacer que las canicas se acomoden en los agujeros pero, cuidado, está prohibido agarrar con las manos las canicas para colocarlas.

- Uy, Güely, está muy fácil.

- Todavía no termino. Hay una regla más. Debes colocar sólo una canica en su lugar cada día.

- ¿Y por qué una cada día?

- Porque cuando termines de colocarlas será tu cumpleaños y yo llegaré a tu casa con un gran pastel y un regalo sorpresa.

Lelis pasó el resto del viaje de regreso a su casa muy contenta, tratando de adivinar cuál sería la sorpresa y pensando que en su cumpleaños jugaría con su abuelita alguno de los juegos que sólo su "Güely" puede inventar.

María de Jesús Rodríguez Flores

domingo, 8 de mayo de 2011

Antigüo consejo chino


Taisen Deshimaru

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

- ¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo!

- ¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre - ¡Veamos que trae el tiempo!

A los pocos días el caballo regresó, acompañado de una yegua.

-¡Padre, qué suerte! -exclamó esta vez el muchacho - Nuestro caballo ha traído una yegua.

- ¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre -Veamos qué nos trae el tiempo.

En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar la yegua, y ésta, no acostumbrada al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.

- ¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho-. ¡Me he quebrado lapierna!

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: - ¿Por qué le llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo! El muchacho no se convencía sino que gimoteaba en su cama.

Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey para movilizar a los jóvenes y llevárselos a la guerra.

Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

Al poco tiempo estalló la guerra y la mayor parte de los jóvenes murieron en el campo de batalla y solo se salvó el joven campesino debido a su cojera. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno, malo.





Historias del Bosque Musical

-De cómo la brujita Adelaida conquistó el reino de las palabras-

En el bosque musical donde vivía la Brujita Adelaida, las palabras cansadas de hacer silencio se fueron poco a poco a otro lugar. Al principio nadie se dio cuenta, tan ocupado estaba el bosque y sus habitantes inventando sonidos, construyendo instrumentos de viento, de lluvia, de truenos y relámpagos, que las palabras se fueron sin despedirse.

Una mañana la brujita se levantó y quiso llamar a su gato pero se había olvidado su nombre porque no le salió ni una palabra de la boca, tuvo que silbar para encontrarlo, luego se fue a su taller a trabajar en unas nuevas fórmulas mágicas que llenarían de distintos sonidos a las hojas de los árboles. Era una buena idea y ella estaba orgullosa con su invento. Cada hoja tendría su sonido y al caer en otoño los árboles entregarían al bosque una hermosa canción, también tenía una fórmula musical para la primavera cuando las hojitas comenzaran a crecer y estaba trabajando una complicadísima magia para el invierno.

Adelaida habia escrito sus conjuros en un cuaderno y cuando se disponía a leerlas abre la tapa y ¡Oh, gran sorpresa!!, el cuaderno está vacío, las hojas en blanco, sin ninguna letra escrita. Quiso pedir auxilio a la Bruja Madre que se llamaba Esmeralda, pero nada, había perdido las palabras, seguramente se habían fugado una tras otra, de letra en letra haciendo fila india como las hormigas y traviesas se habían escondido en algún hoyo.

Ese día todos los habitantes del bosque se dieron cuenta, a medida que despertaban y daban sus tres bostezos, como era su costumbre, que no podían comunicarse porque las palabras se habían ido para siempre de sus bocas.

Sorprendidos y asustados se encontraron todos en la plaza del pueblo que era el lugar donde siempre se reunían para resolver los grandes problemas. El intendente, con un gesto, hizo tocar la trompeta a la banda municipal para anunciar que iba a iniciar un discurso. El intendente era muy distraído y no recordaba que el motivo de la reunión era solucionar el problema de las letras que se habían escapado no sólo de sus bocas, sino de todos los libros, cuadernos y cuanta cosa escrita hubiera en el bosque musical. Entonces señaló a todos los presentes con el dedo, se tocó la boca, negó tres veces con la cabeza, como diciendo no tengo palabras, no tengo palabras, no tengo palabras y a continuación se encongió de hombros.

Todos se enojaron, si bien era cierto que el intendente era un plomo que siempre daba laaaaaaargooooos discursos, no era justo que él también se quedara sin palabras en este momento, entonces cada uno de los habitantes del bosque comenzó a tocar un instrumento, cacerolas, tachos, violines, guitarras, tambores, cornetas, flautas y cualquier objeto que sonara y se armó un batifondo bárbaro. Tanto ruido hicieron que las letras, que siempre habían sido muy curiosas salieron una a una de su escondite y se asomaron por los huequitos de los árboles, primero timidamente y después de cuerpo entero, se posaron en cada rama como si fueran pajaritos.

La brujita Adelaida que era muy inteligente las vió y en puntillas de pie recogió dos redecillas de cazar mariposas y las fue atrapando, las letras no tuvieron tiempo de nada, porque todos los niños, los papás, las mamás y hasta los abuelos más viejitos se dedicaron a atrapar letras en sus redes de mariposas.

Una vez que las atraparon a todas, la brujita se señaló el pecho como diciendo yo, hizo un gesto con la mano como si sostuviera un lápiz sobre una hoja invisible, como diciendo escribiré, giró la mano dos veces esto quería decir de vuelta y luego abrió los brazos como abarcando al mundo entero afirmando Todo.

¿Ella iba a realizar la difícil tarea de escribir de vuelta toooodo lo que estaba escrito?

Formaría nuevamente cada palabra, sacando las letras rebeldes de cada red y juntándolas como corresponde y ¿quién la ayudaría ? : la brujita señaló a dos nenas muy inteligentes y trabajadoras que se llamaban Erika e Ivana, y todo el pueblo las aplaudió y les deseó buenas suerte haciendo gestos con las manos: unos levantaban el pulgar, otros hacían la V de la victoria y así terminó ese día , pero todavía la brujita Adelaida y sus ayudantes no habían conquistado el reino de las palabras.

Adelaida entró a la casa con Erika e Ivana, silbó para llamar a su gato Bola Blanca que era redondito y blanco como un copo de algodón o como un helado de crema americana. Golpeó las manos para indicarles a las nenas que fueran a dormir que mañana sería otro día sin palabras y que había que trabajar mucho para volverlas a armar. Escondió las bolsas de letras en un gran baúl y luego las encerró con un candado.

A la mañana siguiente Erika e Ivana tomaron su desayuno con Adelaida y Bola Blanca que tenía su platito con leche tibia y comenzaron a trabajar.

Adelaida dibujando una letra en el aire le indicó a Erika que buscara todas las palabras que empezaran con E y a Ivana todas las que empezaran con O , ella buscaría las áes y las íes y solo quedaban para el final las úes que en realidad eran muy poquitas, pensaba la brujita.

Erika había logrado formar una hilera enorme de palabras con E, empecemos por la más grande:

ELE-ANTE ELEGANTE ENTERO ESPATULA ESTUPIDO ESPARRAGO ENCONTRAR ELEGIR ENSAYAR EMILIA ESTEBAN ELENA . . .

Ivana también formó muchas palabras con O:

OSO ORUGA OLA O-USCADO O-ERTA OCRE ORRIPILANTE OSCURO OSCAR O-ELIA OSAMENTA ORO OMAR . . .

Y Adelaida con í :

IDIOTA IN-ELIZ INGRATA IRMA IRENE IVANA y con a AMIGA AL-AL-A ALELÍ AMARILLO AZUL ALEGRIA ARMADURA ANTIGUO ALMIDÓN ANANÁ ALELÍ AMOR . . .

Y así sucesivamente..... pero...¿ no notan algo raro chicas ?

Adelaida, que para darse cuenta de las cosas era una bruja verdadera, sí lo notó y les señaló la primer palabra . Entonces Erika se dió cuenta que le fataba una letra la F de Elefante y ¿a qué otras palabras le falta la F?

Las tres la empezaron a buscar por toda la casa pero no la encontraron y ahora ¿qué iban a hacer? a Erica y a Ivana se les ocurrió una idea brillante agarraron una E y le quitaron el tercer palito y entonces quedó una F y se la pusieron primero al Elefante y luego a todas las otras palabras. Total, aunque quedaran menos E, de ahora en más todo el pueblo ahorraría la E, por ejemplo si se quieren reír nada de JEJEJE, nos reíremos JAJAJAJA o JIJIJIJI hasta podemos reir JOJOJO como Papá Noel y en lugar de Epa!!! diremos Upa! o Ajá! y no diremos nene sino chico o niño y nada de bebé que lleva dos e, diremos ......niño diminuto o algo por el estilo, nada de sos mi bebé, sino sos mi amorcito, cariñito o alguna otra palabra mimosa.

Y bueno pensaron cosas por el estilo para usar pocas E en todas las palabras, pero Erika protestó un poquito porque no quería llamarse Rika, ella no ahorraría la E de su nombre, entonces Adelaida le dijo que los nombres no se cambiarían porque sería un lío que la gente se llamara de otra manera y que ella también tenía una E y ni loca pensaba sacársela para llamarse ADLAIDA se le trabaría la lengua cada vez que pronunciara su nombre. ¿no?

De todas maneras, la F es una letra muuuuuuy importante y vale la pena perder algunas E. Si a Erika y a Ivana no se les hubiera ocurrido eso, los chicos no podrían cantar más el Felíz cumpleaños, ni decir Felíz Navidad ni la maestra les escribiría a los chicos en el cuaderno Felicitado, piensen chicos qué lío se armaría sin la F. se perdería para siempre en el bosque la Felicidad.

Bueno, después de este contratiempo siguieron trabajando todo el día, hasta escribir todas las palabras que recordaban, las palabras que servían para contar cuentos, para escribir recetas de cocina, para poner letreros en los negocios, para que la brujita Adelaida pudiera escribir sus fórmulas mágicas. Y muy cansadas las tres, cuando la luna finita dibujaba una sonrisa en el cielo, se durmieron en silencio.

Mientras dormían las letras traviesas, orgullosas de ser tan necesarias para la gente que sin ellas no podían hablar, decirse cosas lindas, pelearse, llamar a las cosas por su nombre, etc. etc., decidieron suspender su enojo y volvieron a juntarse.

En un santiamén se metieron en los libros, se encendieron en los letreros de los negocios, en la guía telefónica, en los diccionarios, en fín, volvieron a todos los lugares donde antes estaban y le dejaron un mensaje a la brujita Adelaida que decía así:

Nosotras las letras que formamos todas las palabras hemos decidido perdonar a los habitantes del bosque musical y volver a ser una familia, nos encontrarás en tus libros y en todos los lugares que antes frecuentábamos y como fuiste tan astuta que nos atrapaste y les dimos tanto trabajo a vos y a tus asistentes Erika e Ivana te dejamos esta fórmula mágica para que la gente pueda volver a nombrarnos: Abra la palabra con pata de cabra, todos en la plaza verán lo que pasa, la gente contenta reirá a pierna suelta por que volverán a hablar sin parar. Bueno estás son las palabras mágicas pero una vez que las digas en la plaza se borrarán para siempre de tu mente y de la de tu pueblo. Porque la próxima vez que se olviden de nosotras no volveremos más. Por ahora Adelaida nos has conquistado.

Al día siguiente cuando Adelaida tocó la corneta en la plaza, todo el pueblo se reunió y ella tomando su varita golpeó tres veces el aire y dijo las palabras:

Abra la palabra con pata de cabra todos en la plaza verán lo que pasa la gente contenta reirá a pierna suelta porque volverán a hablar sin parar . Y ni bien terminó todos hablaron, entonces vino el intendente y quiso dar un laaaaaaargo discurso pero la gente le tiró tomates, huevos y pepinos por la cabeza y eligieron como nuevo intendente a la brujita Adelaida y dos ayudantes Erika e Ivana y las tres gobernaron desde ese día el bosque musical.

Adriana B. Agrelo


Mozart para niños







Esta es la historia de un genio

que en el pasado milenio

hacía brillar el sol

con su do re mi fa sol.


Fue Mozart un bebé tierno

que llegó al mundo en invierno

y cuenta quien allí estaba

que en vez de llorar, cantaba.


Mientras los niños de al lado

jugaban a ser soldados

con espadas diminutas,

él movía la batuta.


Con seis años, el pispajo,

iba ya de arriba abajo

tocando, ¡vaya trajín!,

el piano y el violín.


El éxito era rotundo:

¡le aplaudía todo el mundo!

y dejaba boquiabierto

al que oía su concierto.


Era Amadeus menudo,

muy gracioso y narigudo,

aprendía muy deprisa

¡y todo le daba risa!


Nannerl llamaba bufón

al niño alegre y burlón:

"Este hermanito me asombra:

¡se ríe hasta de su sombra!"


Como el niño concertista

era guasón y bromista,

tocaba con la nariz:

¡tocando era tan feliz...!


Además de muy simpático,

era un genial matemático,

un infante muy brillante

con memoria de elefante.


Cumplidos los ocho años,

aunque nos parezca extraño,

Mozart compuso un buen día

su primera sinfonía.


Dentro de su cocorota

bailaban cientos de notas

y formaban todas ellas

las melodías más bellas.


Ya daba la serenata

con sus óperas, sonatas,

sinfonías y cuartetos:

¡era un artista completo!


Después de muchas andanzas

se enamoró de Constanza.

Juntos pasaron la vida,

pobre, pero divertida.


Amadeus con maestría

componía noche y día,

una música excelente

que fascinaba a la gente.


Su existencia musical

tuvo un oscuro final,

pues murió de modo extraño

con solo treinta y seis años..


Aunque Mozart, a su modo,

no se fue nunca del todo:

está aquí y todo lo llena

cuando su música suena.


Su música, ¡qué delicia!,

mima, envuelve y acaricia,

se cuela directa al centro

y hace cosquillas por dentro.

(Carmen Gil)

(De buena tinta, Lecturas 4º de Santillana)

Te pinto de timonel






A Rafael Alberti


Te pinto de timonel

en un barco de papel,

con tu melena de espuma,

navegando entre la bruma.


Bajamar,

¡qué solita voy a estar!


Angelito marinero,

¿me llevas en tu velero?

Sube y baja, baja y sube

una nube y otra nube.


Gaditana,

¿quién te cantará mañana?


Planta un peral y un ciruelo

en tu mar azul del cielo

y recoge entre las olas

estrellas y caracolas.


¡A la una!,

cántame desde la luna.

Autora: Carmen Gil Martinez